Lo que se aprende de la manera más tonta
Yo tengo un perro, una perra, más bien. Es ahora pequeña, pero intentamos enseñarle toda la familia, lo mejor que sabemos, para que esté bien.
Os pongo en situación: el otro día paseando con ella, me abordó un hombre como de unos 80 años. Se acercó a nosotros con una gran sonrisa, cercano y amable, saludó a mi perra, la cual, rápidamente le devolvió el saludo, toda efusiva ella.
Me preguntó que a ver qué tal, no pude responderle otra cosa que, “bien”. Él todavía se interesó más por mi perra, quería saber si ya hacía pis fuera de casa (es una cachorrilla). Le dije que “estábamos en ello”.
Remarcó lo importante que es cuidar que no haga pis en las paredes de los edificios, pero lo dijo de una manera curiosa, como sonriendo y “juguetón” si es que se puede expresar así.
Me retaba a demostrarle que era así, a lo que yo le expliqué todos mis mecanismos de limpieza que intentaba activar, a lo que me señaló que seguro que a veces fallaban…
Era cierto, totalmente, aunque no se lo dije. Me suele costar que me corrijan en la calle, pero sin darme cuenta, cada vez más estaba atrapado en su telaraña de argumentos. Creo que al final le dije sí a todo y si me hubiese querido vender una casa, se la habría comprado.
Saludó muy amable y se fue cuando se quedó satisfecho de que lo había comprendido todo bien.
Me quedé rayadísimo. Es la típica situación en la que mi orgullo habría salido a borbotones y le hubiese contestado cualquier improperio o a invitarle a que se meta en sus asuntos.
Lo hizo muy bien el tío, sutilmente, con una amplia sonrisa y amabilidad, me fue desmontando todas mis defensas, hasta que ya no sentí amenaza por su parte.
Por otro lado, es que lo que dijo era muy razonable, pero no lo hubiera escuchado si no hubiese habido tiempo para parar mis emociones.
Pienso que esto nos pasa muchas veces, que no podemos escuchar porque nuestro ruido interno es grande, quizás porque estamos más pendientes de amenazas, o juicios que nos ponemos de antemano, que no vemos a quién nos está diciendo algo.
Me maravilla que a veces sea tan sencillo comunicar, decir algo que realmente cale: ser amable, sonreír, acercarte e interesarte genuinamente por quien tienes delante. Algo tan sencillo, es capaz de derribar a veces, muros muy altos
¿No te parece?